Documents on Mexican Politics.

Carlos Fuentes
Salinas versus Zedillo: Las faldas de la Coatlicue

``Es Valle Inclan en directo''. De este modo sucinto y certero me describis Jorge Semprzn, en 1981, el esperpento protagonizado por el teniente coronel Antonio Tejedo Molina en Madrid el 23 de febrero, en las Cortes y frente a las camaras de televisisn.

La tentacisn de hacer bromas valleinclanescas sobre las actitudes recientes del ex presidente de Mixico, Carlos Salinas de Gortari, ha sido grande y, a menudo, irresistible. Los caricaturistas lo pintaron, a partir de su decisisn de ayunar, como un Gandhi criollo, un faquir exhibicionista o un Cristo que se clava a sm mismo a la cruz, murmurando: ``Perdsname Seqor, no si lo que hago''.

Pero Carlos Salinas sabe muy bien lo que hace. Todos harmamos mal en subestimarlo. No se trata de un loco, sino de un hombre sumamente complejo y sumamente inteligente, digno de un estudio en profundidad sobre el individuo en el poder, como el que Gregorio Maraqsn dedics al Cisar Tiberio, o lo que, mas recientemente, han obsesionado a Gabriel Garcma Marquez y a Richard Kapuscinski. Si sus enemigos lo subestiman, Salinas les llevara una gran ventaja. Su guisn no lo escribis el autor de Martes de carnaval, sino el de La larga marcha.

Salinas, el joven maomsta, el viajero novicio a la China popular, el avezado tecnscrata, el presidente internacionalmente vitoreado, se sintis amenazado por las acciones del nuevo gobierno mexicano, trats de detener los hechos a la fuerza, enviando una escolta armada a rescatar a su hermano Razl, acusado de la autorma intelectual del homicidio de Josi Francisco Ruiz Massieu, secretario general del oficialista PRI (Partido Revolucionario Institucional), se tops con el Ejircito y mejor se retirs a su base populista, el barrio San Bernabi de Monterrey, la colonia proletaria favorecida por el programa social de la presidencia salinista, Solidaridad. Las cuevas de Hu Nan de Carlos Salinas de Gortari.

Allm, confirms su triple postura ante los acontecimientos que conmueven a Mixico. Cree en la inocencia de su hermano. Exige que se le exima de toda sospecha de encubrimiento en el caso del asesinato de Luis Donaldo Colosio, el candidato del PRI a la Presidencia, en marzo de 1994. Y pide, por zltimo, que el gobierno de Ernesto Zedillo se haga responsable exclusivo de la crisis provocada por la devaluacisn del peso mexicano en diciembre del aqo pasado.

Al defender a su hermano Razl Salinas, el ex presidente nos recuerda a todos que la pelota de este violento jai alai de la polmtica mexicana, salis del lado de Ernesto Zedillo y que fue el presidente actual quien, en efecto, inicis la ruptura con el presidente anterior. ?Por qui lo hizo? ?Para afirmar su propio poder, debilitado por las sucesivas crisis de sus turbulentos primeros cien dmas: devaluacisn, crisis financiera, Chiapas, negociaciones humillantes con Estados Unidos? ?Porque sabma de movimientos polmticos del ex presidente que podman representar un peligro para el nuevo presidente? ?Para cumplir el ritual parricida sexenal de la polmtica mexicana? ?O, simple y verazmente, porque Zedillo contaba con nueva y precisa informacisn para inculpar a Razl Salinas y antepuso la aplicacisn de la ley a cualquier otra consideracisn, personal o polmtica?

Aunque no fuese asm, habrma que darle a Zedillo, en beneficio de la nacisn, el beneficio de la duda y creer que su pasisn casi puritana por la reforma del aparato judicial, poniendo el derecho por encima de todo y de todos, lo llevs a iniciar la secuela que estoy comentando. Pero el presidente no podma ignorar que en efecto cumplma el rito sexenal azteca, que su acto le acarrearma popularidad inmediata y una percepcisn de Zedillo como presidente fuerte. Se expuso --?lo previs o no?-- a una enirgica respuesta del ex presidente Salinas. Y iste, al responder como lo hizo, rompis la regla de oro de la sucesisn del poder por la lmnea materna en Mixico: el ex presidente lo aguanta todo, calumnia, befas, desprecios, a fin de que el nuevo presidente acapare el poder absoluto. No cabe mas de una persona en la cima de la piramide del poder mexicano. Esto era cierto para Moctezuma y lo es para Zedillo.

Pero la contrapartida de este trueque de poderes es que ni el ex presidente vuelve a abrir la boca, ni el presidente en turno le toca su dinero o su familia. La ruptura de Zedillo con Salinas fue por esto mas brutal que la anterior y hoy muy evocada: la que ocurris entre el nuevo presidente, Lazaro Cardenas, y el poder detras del trono, el ex presidente y jefe maximo de la Revolucisn, Plutarco Elmas Calles, hace exactamente cincuenta aqos, en 1935. Azn Calles, sin embargo, acepts a regaqadientes su exilio y Cardenas, una vez asegurada la fuerza y dignidad de su investidura, pass a aplicar su propia polmtica. Entre 1936 y 1940, revolucions a Mixico en todos los srdenes: reforma agraria, educacisn, nacionalizacisn del petrsleo, organizacisn obrera, polmtica exterior independiente... y base corporativa para la simbiosis del gobierno y el partido oficial.

Lo que hoy se juega, precisamente, es saber si ese sistema, que ha regido a Mixico durante medio siglo, puede perpetuarse, va a renovarse o debe ser sustituido por otro. De allm que el enfrentamiento Zedillo-Salinas rebase con mucho a las personalidades de ambos y nos sitze en el meollo de la cuestisn polmtica mexicana. Se ha llegado al lmmite. El antiguo sistema no da para mas. Ni social, ni econsmica, ni polmticamente, es sostenible. Mientras asegurs estabilidad y desarrollo a cambio de libertad democratica, fue tolerado y hasta admirado. Cuando su cosecha sslo es crisis econsmica, inestabilidad, corrupcisn e impunidad de sus actores, ?para qui sirve? Pero a esta pregunta, acto seguido, hay que aqadir otra: ?Con qui sustituirlo?

La respuesta no se hace esperar. Con democracia. Pero la democracia la canalizan los partidos. Y aqum volvemos a la crisis actual: todos los partidos polmticos mexicanos estan en crisis y en proceso de recomposicisn. El PRD (Partido de la Revolucisn Democratica) tiene un ala socialdemscrata y otra ultraizquierdista. El PAN (Partido de Accisn Nacional) tiene una ala colaboracionista y otra independiente. Y el PRI tiene un ala progresista y otra dinosaurica.

Hasta hace unos dmas, Ernesto Zedillo, sin renunciar a su filiacisn primsta, afirmaba sobre todo la necesidad de separar al partido del gobierno. No dudo que esta siga siendo su intencisn. Pero el sabado 4 de marzo, al celebrar los 66 aqos de la fundacisn del partido, el Presidente tuvo que reafirmar, con insslita energma, la firme alianza del gobierno con el PRI. Unas horas antes, el procurador general de la Repzblica habma ``obsequiado'', como dicen los leguleyos, las exigencias del ex presidente Salinas, exonerandolo de cualquier sospecha de encubrimiento en el caso Colosio. Zedillo tuvo que regresar al PRI para afirmar su propia fuerza basica --el partido-- mientras Salinas regresaba al barrio de San Bernabi en Monterrey a reafirmar la suya propia --el movimiento de Solidaridad, ?el futuro partido ``Solidaridad''?--.

Porque falta tratar el tercer tema suscitado por el muy activo e inteligente ex mandatario, que no en balde se sabe El Prmncipe de Maquiavelo de memoria: la mejor defensa es el ataque. Sin negar insuficiencias propias, Salinas culpa al gobierno de Zedillo de haber convertido, con la devaluacisn de diciembre, ``un problema'' en una ``crisis''.

Desde mi punto de vista, Salinas esta equivocado pero es natural que le cueste ver el desastre de un modelo econsmico --el neoliberalismo, la economma vudz denunciada un dma por su amigo George Bush, la fsrmula ilusoria del goteo de la riqueza acumulada hasta arriba hacia los que la esperan alla abajo-- que el ex presidente y los hombres del ex presidente hicieron suyo hasta la sacralidad.

El modelo neoliberal ocurre en las esferas celestiales de la macroeconomma. Pero la mayorma de la gente vive en la microeconomma. Y aunque la macro puede resolver, como lo advirtis el siempre alerta Gabriel Zaid, problemas de caja, luego se debe pagar un alto precio por el castigo a los individuos y las empresas, al ahorro, a la inversisn productiva. El gobierno de Carlos Salinas se goberns a sm mismo por el dogma neoliberal, endulzado por el paliativo cristiano de Solidaridad. Presupuestos equilibrados, inflacisn de un solo dmgito, importantes reservas de divisas, apertura al mundo y brazos abiertos al capital foraneo.

Lo malo fue que este capital sslo mmnimamente invirtis en el sector productivo y maximamente se dedics a la especulacisn, sujetandose (y sujetando a Mixico) a movimientos financieros sobre los cuales ningzn gobierno actual tiene control y que, en nuestro caso, se fueron como vinieron, en alas de oscuras golondrinas. Basts para ello que en Mixico se acumularan los problemas polmticos y otros mercados ofrecieron mayores ventajas que el nuestro. Aqum al lado, nomas, Estados Unidos salis de la recesisn y auments sus tasas de interis: Como dirma Arnold Schwarzenegger, ``!Hasta la vista, baby!''.

El Banco Mundial, desde principios del 94, habma hecho circular un informe sumamente crmtico de la baja productividad, el escaso ahorro y la dependencia excesiva de la economma mexicana. Larry Summers, el subsecretario norteamericano del Tesoso y futuro presidente del Banco Mundial, ha vuelto a recordarlo hace dmas: ``Mixico cometis graves errores en la polmtica macroeconsmica durante el zltimo aqo. A pesar de las expresiones de preocupacisn de funcionarios norteamericanos y otros, en el sentido en que la polmtica mexicana era insostenible, los mexicanos se aferraron a la opinisn de que la pirdida de reservas del pams no necesitaba ajustes de la polmtica''. El argumento del Tesoro de Estados Unidos es el mejor que tiene Zedillo para contestar a Salinas.

Las oscuras golondrinas se fueron, dejandonos en las manos los nidos vacmos de una insostenible deuda externa disfrazada de deuda interna (los Tesobonos), el crecimiento sacrificado al fetiche de la baja inflacisn, la apertura comercial conducida a un ritmo febril que acabarma por sacrificar las evidentes y comprobadas ventajas del Tratado de Libre Comercio, importaciones excesivas financiadas con capital volatil, un dificit en ascenso de la balanza en cuenta corriente y, a pesar de todo, la conviccisn dogmatica de que este no sslo era el mejor, sino el znico camino.

La crisis la hereds, en toda su dimensisn, Zedillo. La manejs mal. Pero esto no lo convierte en el responsable total de ``los errores de diciembre'', como ahora pretende Salinas. No cabe duda que, de todos modos, tendra lugar la batalla entre las dos interpretaciones de la crisis. Esto ocurre en el peor momento para Zedillo, y Salinas lo sabe. Se inicia en estos dmas la discusisn en el Congreso mexicano acerca del paquete de ayuda financiera organizado, principalmente, por el gobierno de Estados Unidos. El Congreso mexicano ha recuperado la facultad de discutir y en su caso, aprobar o rechazar compromisos financieros internacionales. El ``paquete Clinton'', qui duda cabe, lo es. A cambio de veinte mil millones de dslares, Mixico se compromete a seguir una determinada polmtica econsmica que es, exactamente, la que nos llevs a la situacisn presente. Cero crecimiento del circulante monetario, reduccisn del gasto pzblico y mas privatizaciones.

Es una fsrmula de desastre renovado para un pams que requiere crecimiento aun a costa de inflacisn, como lo ha hecho Brasil, pero sin sus extremos. Es una fsrmula de desastre para un pams que azn debe aprender la leccisn que los economistas de todo el mundo han desprendido de la crisis del neoliberalismo puro practicado durante doce aqos por Reagan, Bush y Thatcher: restringir el circulante y el gasto durante una recesisn conduce a la depresisn, no a la recuperacisn. Es una fsrmula de desastre para un pams donde un sector privado devastado por la crisis, ayuno de cridito, empanzurrado de deudas, requiere de mayor gasto pzblico para tener mas consumidores.

El paquete que se discute en el Congreso mexicano atenta contra lo mismo que quisiera promover: la confianza en Mixico.

?Csmo va a tenerla nadie en un pams tratado como un perpetuo menor de edad, sospechoso de ineptitud consustancial, corrupcisn, frivolidad y autoritarismo caprichoso? El diputado que quiera restaurar la confianza en Mixico, debe votar contra un paquete moral, polmtica y econsmicamente oneroso, y que no resuelve nada, aplazandolo todo.

El que este indigno acuerdo haya llegado hasta nuestro Congreso habla muy mal, asimismo, de las capacidades de nuestra menguada diplomacia para hacerle entender al pzblico norteamericano, que no a su gobierno, que sm lo entiende pero se hace pendejo por razones polmticas internas, que esta es una crisis compartida por Mixico y Estados Unidos bilateralmente pero tambiin como miembros de la economma global. Nuestras comunicaciones han fallado. El ciudadano gringo cree que le esta haciendo el gran favor a Mixico y se lo van a cobrar a Mixico con polmticas migratorias, a Clinton con derrotas electorales. ?Sera necesario recordar csmo logrs el presidente Franklin Roosevelt pasar el muy impopular pristamo de guerra a la Gran Bretaqa (``lend lease'') en 1941? ``Cuando la casa de tu vecino se incendia --dijo entonces FDR-- acude enseguida a apagar el fuego en vez de discutir sobre el precio de la manguera''. Vaya fuego. Vaya manguera.

Los peligros del incendio mexicano son que el cohete de nuestra crisis estalla por una de sus tres mechas: la crisis bancaria, la crisis de la empresa y del empleo o los estallidos populares de la segunda presidencia de Pirez en Venezuela. En vez de aplazar ficticiamente y por poqumsimo tiempo estos peligros pagando Tesobonos en dslares gracias a la humillante ayuda de Washington, Mixico deberma acelerar la hora de la verdad. No la llamemos, traumaticamente, moratoria o suspensisn de pagos, sino, como siempre lo hemos hecho, desde tiempos de nuestro primer presidente Guadalupe Victoria (1824-1829), ``renegociacisn de la deuda''. Siempre hemos sido buenos para eso y ahora debemos serlo mas que nunca, como lo saben negociadores tan experimentados como Jeszs Silva Herzog, Bernardo Sepzlveda y, !Dios nos coja confesados!, el propio canciller en funciones Angel Gurrma.

Negociar la deuda con imaginacisn, audacia y patriotismo, pero, al mismo tiempo, diseqar una nueva polmtica de desarrollo con base en el mercado pero con capmtulo social, un poco al estilo de la Comunidad Europea, pero en un pams con cuarenta millones de miserables requeridos de oportunidades mmnimas de educacisn, salud y empleo. Una inflacisn moderada que se lleve con el crecimiento. Mayor seleccisn de inversiones para capmtulos productivos. (Tanto la Cumbre de Copenhague como el Wall Street Journal piden impuestos sobre la inversisn extranjera especulativa). Incremento del ahorro a partir de fondos de pensiones y mutualidades. Mayor proteccisn a las empresas exportadoras que en poco tiempo pueden revertir la situacisn de la balanza de pagos.

El desafmo polmtico deja al presidente Zedillo con la oportunidad, que ningzn otro presidente ha tenido realmente desde Cardenas, de redefinir con resolucisn una polmtica de salvacisn nacional que recoja y ponga al dma, en un nuevo contorno internacional y potenciando muchos aciertos de la administracisn salinista, la capacidad de trabajo, ahorro, productividad y energma de la dicimotercera potencia econsmica del mundo, Mixico, un pams que dejs de ser prisionero del petrsleo y hoy puede ufanarse de un 80 por ciento de exportaciones no petroleras.

La actitud de Ernesto Zedillo no puede ser pasiva, ni por el pams ni por il mismo. Que se sostenga en el PRI o lo que de il queda, pero que se sostenga sobre todo en la sociedad, en los empresarios y los trabajadores, en las fuerzas de oposicisn y, desde luego --seamos realistas-- en el Ejircito. En todo caso, el presidente constitucional de Mixico, legmtimamente electo en un sufragio en el que particips el 75 por ciento del electorado, tiene instrumentos de sobra para darle al pams el vuelco, la nueva orientacisn, pero tambiin la esperanza, que necesita.

No se trata de imitar a Lazaro Cardenas. No vivimos en 1935. Sslo que entonces, como ahora, los espectros de la depresisn, la quiebra, el desempleo, el fanatismo del mal mayor y otras asechanzas pueden, sin que nadie lo desee, engendrar la respuesta del populismo apoyado en el Ejircito, los dinosaurios y las altas finanzas. En el mundo capitalista, Hitler y Mussolini abonaron su fuerza sobre este terreno. En el mundo precapitalista la abons Mao en una China inflacionaria, violenta, desarticulada e incapaz de entender que una etapa histsrica habma concluido.

?Lo entiende Carlos Salinas mejor que Ernesto Zedillo? En todo caso, en este match Zedillo gans el primer round, Salinas el segundo. ?Quiin ganara --Cortazar dixit-- el zltimo round? Ojala que no sea nuestra Madre Cruel y Misteriosa, la insondeable Diosa de las Tinieblas, la Coatlicue de la Falda de Serpientes. Ojala que Ernesto Zedillo le ponga a la Coatlicue, mas bien, una minifalda moderna.

Ni Hitler, ni Mussolini, ni Mao, el Presidente de Mixico tiene ahora la oportunidad de convertir su puritanismo legal en realismo polmtico: democracia con desarrollo y con justicia. Ahora o nunca. Porque en polmtica, ``too late'' puede significar ``never''.

(c) New York Times Syndicate,
con la excepcisn de El Pams
(Madrid) para Espaqa y Die Zeit
(Hamburgo) para Alemania