Adolfo Aguilar Zinser/ El deber de la cr�tica

  Adolfo Aguilar Zinser

  A Jos� Agust�n Ortiz Pinchetti:

       Hace poco menos de tres a�os, al concluir la campa�a presidencial
  de 1994 con la derrota electoral de Cuauht�moc C�rdenas, escrib� el
  libro Vamos a Ganar, La Pugna de Cuauht�moc C�rdenas en el Poder. El
  r�pido transcurso de los acontecimientos y la inusitada contienda
  actual por la jefatura de gobierno del Distrito Federal, han
  corroborado muchas de las apreciaciones y de los juicios que, tomados
  de la experiencia misma de la campa�a cardenista de 1994, formul�
  entonces.
       Tal como se vislumbraba hace tres a�os, los medios masivos de
  comunicaci�n son ya, definitivamente, quienes configuran y definen los
  lenguajes de la contienda electoral. Consecuente con ese fen�meno, que
  es mundial, y con la gradual apertura que la acometida c�vica les ha
  impuesto a los timoratos medios mexicanos, los partidos y candidatos,
  incluidos el PRD y C�rdenas, han dejado las movilizaciones populares
  placeras para trasladarse, definitivamente, a las pantallas de la
  televisi�n y a las ondas radiales. Hoy por hoy, las estrategias
  electorales son ante todo estrategias comunicativas, estrategias
  expresadas en mensajes electr�nicos, estimulantes y sint�ticos,
  sugestivos y subliminales. De esa manera se est�n ganado hoy
  elecciones.
       Si bien en lo que se refiere al tortuoso tr�nsito del PRD de las
  plazas a las pantallas, los sucesos recientes son, en buena medida,
  continuaci�n del relato pol�tico que inici� en Vamos a Ganar; hay
  tambi�n en ese libro juicios que la experiencia actual contradice
  francamente. Me refiero en particular a mis aseveraciones sobre las
  perspectivas de liderazgo de Cuauht�moc C�rdenas, formuladas tanto en
  el libro como en las diversas entrevistas de prensa que su publicaci�n
  suscit�. Los hechos, debe reconocerlo, no dan sustento alguno a lo
  dicho entonces. Hacia el final del libro, en la p�gina 467, escrib�:
  "Por lo que C�rdenas perdi� fue por la improcedencia y debilidad de su
  estrategia, por sus m�todos, no por la improcedencia o debilidad de su
  causa y de sus convicciones. Cuauht�moc C�rdenas no logr� revertir la
  imagen que de �l elabor� el r�gimen, y no consigui� que la opini�n
  p�blica se asociara de manera masiva y suficiente a su causa para ganar
  con votos tangibles y voluntades cuantificables las elecciones... Al no
  conseguirlo se puso de manifiesto que C�rdenas ya jug� sus cartas a su
  manera y que no podr� encabezar a la oposici�n democr�tica en su
  b�squeda del cambio y del poder. Su oportunidad ya pas�, ahora debe
  mantener su liderazgo moral y social; al mismo tiempo que est� obligado
  a dejar el liderazgo pol�tico de la oposici�n democr�tica en una nueva
  oferta, en una nueva composici�n, en una nueva generaci�n...".
       Esta �ltima afirmaci�n fue doblemente err�nea. Primero, C�rdenas
  no se jug� sus �ltimas cartas en 1994, no agot� ah� su capacidad de
  convocatoria electoral. En la contienda por la jefatura de gobierno del
  Distrito Federal, se ha demostrado fehacientemente que yo estaba
  equivocado, que C�rdenas tiene gran capacidad de recuperaci�n, que su
  liderazgo pol�tico electoral no est� agotado, que tiene a�n mucha tela
  de donde cortar. Segundo, la dicotom�a que prev� ocurrir�a entre el
  liderazgo social de C�rdenas y su conducci�n pol�tico-estrat�gica,
  entre su prestigio moral y su capacidad para ganar elecciones, no se
  produjo. Por lo contrario, C�rdenas es hoy por hoy un l�der ganador,
  est� a punto de lograr por ambas razones, por su capacidad de
  conducci�n y por su prestigio moral, la m�s importante victoria
  pol�tica de la izquierda mexicana en toda su historia: el gobierno de
  la capital. Celebro estar equivocado porque a la saz�n de una derrota,
  escrib�: Vamos a Ganar, con el inmenso deseo y el gran prop�sito de ver
  efectivamente ganar en M�xico a la oposici�n de izquierda.
       Es obligado de la cr�tica y de la autocracia, examinar el origen y
  motivo de los desaciertos. Con ese �nimo se hizo Vamos a Ganar.
  Considero as� que mi equivocaci�n respecto a las perspectivas pol�ticas
  de C�rdenas se debi� a dos errores �pticos. El primero fue que no
  anticip� la flexibilidad de C�rdenas para adaptarse a los nuevos
  tiempos y medios pol�ticos. Verlo contender exitosamente por el
  gobierno del Distrito Federal es ver nuevas dimensiones de su
  liderazgo, �ngulos de su personalidad pol�tica y rasgos de su talento
  que ni la gran cruzada del 1988 ni la derrota de 1994 hab�an puesto en
  evidencia. El segundo error de �ptica, m�s grave, es que ni yo y quiz�
  nadie, apreciamos en su justa dimensi�n y tama�o la gran volatilidad de
  una parte substancial del electorado. En la oscilante, sinuosa e
  impredecible transici�n pol�tica que M�xico est� viviendo, hay un gran
  caudal de electores que no han fijado sus preferencias electorales en
  ninguno de los partidos existentes, que no se han anclado
  ideol�gicamente en ning�n emblema partidista y que en cambio transitan
  y mudan con sorprendente versatilidad de un candidato a otro, de un
  partido de oposici�n a otro. En 1994 C�rdenas fue rechazado por grandes
  grupos de electores que influidos por la propaganda oficial, de los
  pleitos internos y los errores estrat�gicos del candidato, del partido
  y del equipo de campa�a del que yo form� parte, vieron en �l no una
  esperanza, como en 1988, sino un peligro, no una salida sino un gran
  embrollo. La densidad del voto negativo contra C�rdenas nos hizo pensar
  a muchos, me hizo pensar a m�, que electorado perdido por C�rdenas
  entre 1988 y 1994 le ser�a ya irrecuperable. En cambio, a partir de
  1994 y hasta fecha muy reciente, aprecio que el PAN ensanchaba su voto
  duro entre las clases medias urbanas, un voto que pensamos mucho ya no
  se le mudar�a. Cuando menos en la ciudad de M�xico, pero hay indicios
  de que as� puede ocurrir en muchas otras partes del pa�s, el voto a
  favor del PAN ha resultado ser un voto tan vol�til y huidizo como lo
  fue antes el voto para el PRD. Eso quiere decir , sencillamente, que la
  moneda est� y sigue en el aire, que los partidos de oposici�n actuales
  son todav�a conglomerados electorales muy poco consistentes y
  consolidados, que los ciudadanos mexicanos est�n en b�squeda de
  liderazgo, de convocatorias, de oposiciones y de salidas pol�ticas.
       Despu�s de lo ocurrido en 1994, Cuauht�moc vuelve por sus fueros.
  En este sentido, y para ello, la contienda por el Distrito Federal ha
  demostrado ser, sin duda, el momento, el lugar y la circunstancia. Sin
  embargo, no es quiz� el mejor momento, ni el lugar y menos la
  circunstancia para que la izquierda pueda demostrar con �xito sus dotes
  de gobierno y sus cualidades de administraci�n. Ser� una victoria
  merecida, en gran medida ineludible, pero no necesariamente solida y
  quiz� a la postre no muy venturosa. Quisiera volver a equivocarme,
  quisiera que la experiencia de los pr�ximos tres a�os demostrase que la
  izquierda cardenista no s�lo ha podido recuperarse y ganar, sino
  tambi�n puede gobernar, consensar, conducir y solucionar. No obstante,
  ante las ca�ticas condiciones de la ciudad y ante la falta de un amplio
  acuerdo pol�tico entre la oposici�n -que fuera el marco dentro del cual
  se diera esta tan deseada alternancia-, C�rdenas habr� de tomar las
  incr�spidas riendas del gobierno de la ciudad con un espacio muy
  estrecho y un reto descomunal. Su victoria ser� m�s obra de su
  car�cter, de su capacidad de lucha, de su recuperada popularidad, de
  los errores de sus adversarios y de las circunstancias, que el
  resultado de una recomposici�n pol�tica interna de su partido o la
  consecuencia de una estrategia madura y ponderada del PRD. Quien a la
  postre puede beneficiarse m�s de las victorias de la oposici�n en el
  Distrito Federal es el r�gimen al que queremos reemplazar y no la
  oposici�n misma, cuyas alternativas queremos solidificar. Un fracaso de
  la izquierda en el Distrito Federal puede ser un rev�s muy caro y muy
  da�ino para toda la oposici�n. Pienso por ello que la preocupaci�n
  central de las oposiciones, las de izquierda y las de derecha, las que
  buscan el centro y las que se agolpan en los extremos ideol�gicos, debe
  ser la b�squeda de alianzas para hacer la transici�n, para instrumentar
  y lograr la alternancia, para establecer de com�n acuerdo las bases de
  una nueva estructura republicana, de una nueva gobernabilidad. Pienso
  que mientras ese gran acuerdo opositor no se haya logrado, los ciclos
  pol�ticos partidistas ser�n muy cortos. Si me equivoco, lo dir�.

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