Jaque Mate/ Constituci�n

  Sergio Sarmiento

       "El exceso de leyes corrompe a la Rep�blica."
       T�cito

       Es una anciana venerable: cuenta ya con 80 a�os de edad. Nadie se
  atreve a decirle a la cara que se ve vieja, pero sotto voce todo el
  mundo la critica, por sus arrugas y por sus vestimentas de otros
  tiempos.
       La Constituci�n de 1917 nos ha permitido a los mexicanos gozar de
  un periodo de paz sin precedente desde los tiempos de la Colonia. Su
  promulgaci�n, el 5 de febrero de 1917, puso fin, de manera formal, a la
  Revoluci�n Mexicana. Es cierto que hubo posteriormente otros conflictos
  entre los mexicanos, como la Guerra de los Cristeros de la d�cada de
  1920, el movimiento estudiantil de 1968 y el levantamiento de Chiapas
  de 1994, pero mal que bien los enfrentamientos armados han sido la
  excepci�n y no la regla.
       En esta capacidad de generar un largo periodo de paz nacional, la
  Constituci�n de 17 se ha distinguido de la de 1857, que fue el origen
  de un prolongado periodo de guerras intestinas y de una intervenci�n
  extranjera. Pero mal har�amos los mexicanos en idealizar la
  Constituci�n mexicana por el simple hecho de que nos ha permitido vivir
  en paz. La volatilidad del texto constitucional es s�ntoma de su
  problema fundamental. Como ocurre a las viejas damas distinguidas, a la
  Constituci�n el mundo la quiere y la acepta cuando la ve de lejos, pero
  la desperdicia y la busca cambiar cuando la tiene cerca.
       Seg�n el art�culo "La Constituci�n irreconocible" de Arturo Cano,
  publicado en el suplemento Enfoque del diario Reforma, la Constituci�n
  Mexicana ha sufrido 376 enmiendas en sus 80 a�os de existencia. Un
  total de 98 art�culos, de los 136 que tiene el texto, han sido
  modificados en un momento u otro. Varios art�culos han sido objetos de
  muchas constantes. El 73, que tiene que ver con las facultades del
  Congreso, ha sufrido cambios en 41 ocasiones, una cada dos a�os en
  promedio.
       En parte el problema radica en la amplitud de la Constituci�n y en
  su atenci�n al detalle. La Carta Magna mexicana no s�lo establece
  garant�as individuales, sino que se enfoca a cuestiones espec�ficas que
  no tienen sentido en una legislaci�n constitucional.
       Tan s�lo el art�culo 123 es un laberinto de apartados, fracciones
  y subfracciones. Trata detalles tan espec�ficos como el que en los
  centros de trabajo de m�s de 200 personas "deber� reservarse un espacio
  de terreno, que no ser� menor de 5 mil metros cuadrados, para el
  establecimiento de mercados p�blicos, instalaci�n de edificios
  destinados a los servicios municipales y centros recreativos".
       Las constituciones de otros pa�ses no suelen tener este nivel de
  detalle. La Carta Magna de los Estados Unidos cuenta tan s�lo con siete
  art�culos originales y 27 enmiendas. En el Reino Unido no hay siquiera
  una constituci�n formal: se ha establecido una jurisprudencia aceptada,
  que se remonta hist�ricamente a la Carta Magna que los nobles ingleses
  hicieron firmar al rey Juan sin Tierra, y que determina los derechos y
  garant�as individuales de los brit�nicos.
       La falta de una constituci�n detallada, como la mexicana, no ha
  hecho que los estadounidenses o los brit�nicos carezcan de los derechos
  que tenemos los mexicanos. M�s bien la experiencia nos demuestra que
  ese respeto a las garant�as individuales ha sido mayor en esos pa�ses
  que en el nuestro. No se requiere de un exceso de palabras para generar
  s�lidas garant�as individuales.
       El gran error de nuestra Constituci�n ha sido, en efecto, llenarse
  de palabras y detalles: tratar de convertirse a un mismo tiempo en
  legislaci�n superior e inferior. Las enmiendas constitucionales son
  inevitables en una legislaci�n tan espec�fica como la nuestra, pero el
  resultado final es el desconcierto. A fuerza de tener una Carta Magna
  tan extensa, terminamos no teniendo nada.
       Estoy convencido de que los mexicanos debemos descartar ya esa
  vieja octogenaria a la que cada a�o le rendimos vana pleites�a s�lo
  para cambiarla a la menor provocaci�n. Debemos tener una nueva
  Constituci�n, pero una Constituci�n real, no un documento que pretenda
  convertirse en ley laboral, social o educativa y que, por lo tanto,
  tenga que ser modificado cada vez que hay un nuevo gobierno.
       Para que en verdad sea permanente una Constituci�n debe incluir
  solamente aquellas garant�as y derechos en que haya un verdadero
  consenso nacional. Esa es precisamente la raz�n que le da a la
  Constituci�n de los Estados Unidos una verdadera permanencia en el
  tiempo. Las cuestiones m�s puntuales, por ejemplo de pol�tica social,
  deben plasmarse en leyes inferiores que pueden ser objeto de cambio con
  mayor facilidad.
       En nuestro pa�s plantear la necesidad de tener una nueva
  Constituci�n es algo que genera ataques de todo tipo, incluso
  personales. Quiz�s esto se deba a que se nos ha ense�ado a respetar ese
  documento que nos ha dado ya 80 a�os de paz.
       Pero mal har�amos los mexicanos en no darnos cuenta de que algo
  malo debe tener nuestra actual Constituci�n si nuestros propios
  gobernantes, esos mismos que promueven su respeto en las aulas de
  clase, han considerado necesario enmendarla 376 veces en lo que lleva
  de vida. Si esto ha ocurrido con gobiernos surgidos todos del mismo
  partido, bien podemos imaginar lo que pasar� cuando vivamos en una
  verdadera alternancia democr�tica.

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