�Qu� es ser pobre?Ser pobre es un t�rmino impreciso, con importantes variaciones hist�ricas en cuanto a los niveles de acceso al consumo, la salubridad, la educaci�n y el ocio que definen lo que es la pobreza. Ser pobre tiene un significado determinado por la sociedad en que se vive y su experiencia hist�rica. No es lo mismo ser pobre en una sociedad rica, que serlo en un pa�s perif�rico ; tambi�n es distinto ser un pobre productivo y autosuficiente, por ejemplo un campesino del tercer mundo, a ser un pobre enteramente dependiente, parasitario, como tienden a serlo los pobres urbanos de los pa�ses industrializados. Lado a lado con la pobreza econ�mica, existe, en paralelo, una pobreza pol�tica. Generalmente los pobres no participan en los procesos de toma de decisiones, tienen dificultades para expresar sus intereses y ser o�dos, tienen poca fuerza de negociaci�n. Esta debilidad se acrecienta d�a con d�a en tanto que los pobres parecen cada vez menos necesarios. Los pobres/ trabajadores de antes eran necesarios; los nuevos pobres/ inactivos/ dependientes tienen crecientemente como la �nica carta restante su capacidad de estorbar. Dentro de su indefinici�n la pobreza var�a en connotaciones; sus significados impl�citos y emocionales son tambi�n variados y de la mayor importancia. En los �ltimos a�os se ha dado un intenso combate ideol�gico que, una vez m�s, los pobres parecen haber perdido. Los pobres han perdido su derecho y su posibilidad de ser pobres y lo que antes pod�a ser una pobreza digna ha sido confundida con la miseria. Se trata de una p�rdida ideol�gica, pretendo decir aqu�, de la mayor importancia, pues le cierra a la humanidad entera la �nica salida posible, la de la dignificaci�n de la pobreza y nos arroja en un camino sin salida; la aspiraci�n fantasiosa a la universalizaci�n de niveles de vida basados en el derroche energ�tico y la destrucci�n del medio. El cambio de significado de la pobreza es evidente. En los a�os cuarenta era posible que los actores populares mexicanos presumieran, en sus pel�culas, de pobres. Eran pobres "pero honrados"; eran pobres trabajadores, autosuficientes, dignos. Las pel�culas pod�an pregonar que el dinero no daba la felicidad y que se pod�a ser feliz y pobre al mismo tiempo. Era, evidentemente, un cine orientado a las masas. Amplios grupos de poblaci�n disfrutaban del amplio reparto de tierras y de los avances de la organizaci�n sindical e institucional de los a�os treinta. Con empleo y un ingreso modesto; con agua entubada y electricidad; con salud y acceso de los hijos al sistema escolar, todo parec�a haberse conseguido. Tratar de obtener m�s, mucho m�s, implicaba, en la moral popular, la p�rdida de los valores, de la honestidad, en aras de conseguir lo superfluo, lo que no garantizaba la felicidad; esta �ltima necesariamente m�s vinculada a la firmeza de la familia y la comunidad, asentada en el pueblo rural, el barrio urbano o la vecindad. Tal vez la imagen era id�lica. Lo importante es que era aceptada por la mayor�a de la poblaci�n. Se trataba de un cine de masas que no corr�a a contrapelo del sentido popular. Los que ve�an la pel�cula no se rebelaban ante el mensaje del h�roe; parec�a aceptable ser pobre, honrado, trabajador, vivir modestamente y ser feliz. Era aceptable, sobre todo, por que era la situaci�n de casi todos. La misma pel�cula se encargaba de explicar las excepciones: los ricos eran los puntos negros del arroz; su riqueza era de origen dudoso; su trato hip�crita e interesado, su comportamiento guiado por las apariencias, su vida familiar sin valores; sus esfuerzos por conseguir lo superfluo y vivir interesados en las apariencias desembocaban en la infelicidad. El ideal de pobre, era un pobre trabajador y honrado; la vida todav�a ofrec�a recompensas, modestas desde la perspectiva actual, a la constancia en el trabajo. Ofrec�a, por lo menos, trabajo. Pero el pobre ideal segu�a siendo pobre y la pel�cula no nos impon�a un final feliz en el que el pobre dejara de serlo; al final era simplemente un pobre que, a pesar de contratiempos y vicisitudes, pod�a sentirse satisfecho de si mismo. La propuesta no era absurda ni novedosa; recog�a una herencia de siglos durante los cuales el cristianismo hab�a pregonado la pobreza como ideal. Recordemos aquello de que era m�s f�cil que un camello pasara por el ojo de una aguja a que un rico entrara al reino de los cielos. El reino de Dios era para los pobres. Algunas ordenes religiosas, las menos, todav�a recogen esa tradici�n y sus integrantes aceptan, incluso buscan voluntariamente vivir en la pobreza. Pero �de cu�l pobreza hablan? De una pobreza que no es miseria, ni hambre; sino simplemente tener una alta satisfacci�n personal en un nivel de vida modesto, ajustado a lo necesario, y con aspiraciones y logros definidos por valores no econ�micos. El Combate Ideol�gico sobre la PobrezaPero algo ha cambiado en los �ltimos a�os. Desde el norte, desde los pa�ses centrales y desde las grandes instituciones financieras, se ha convertido a la pobreza en un t�rmino peyorativo. Pobreza y miseria se han vuelto indistinguibles una de la otra y ahora se trata de combatir ambas como si fueran lo mismo y como si todos pudi�ramos ser ricos. Se combate a la pobreza en una batalla que, por no definir objetivos precisos (nutrici�n, salud, autonom�a, dignidad, etc.), amenaza convertirse en una prop�sito absurdo e incluso suicida. Se ofrece, impl�citamente, un sue�o a millones de seres humanos: ser "no pobres". Pero, �que entiende el pobre con dejar de ser pobre?. Cuando el discurso promete acabar con la pobreza parece haber una promesa que a los o�dos del que escucha puede significar muchas cosas, pero que sin duda se asocia a las nuevas im�genes de la televisi�n: los arquetipos de triunfadores, el consumo de las clases medias industrializadas, incluso el "american way of life". Las im�genes que ofrece la televisi�n de los norteamericanos "pobres" los muestran con electricidad, tel�fono y refrigerador; su ropa parece adecuada y los hijos van a la escuela. Bueno, hasta carro tienen. Por dem�s decir que cuentan con agua corriente en sus hogares y no parecen desnutridos. Obviamente los norteamericanos "no pobres" se encuentran todav�a mejor (computadora, microondas, videojuegos, etc.). Entonces, �cual es el est�ndar que se ofrece al prometer la erradicaci�n de la pobreza? Las dificultades de definir a la pobreza y a los pobres han sido grandes. Definir lo que se ofrece como un nivel de vida "no pobre", es imposible. El discurso ideol�gico que pregona el progreso y la modernidad, que ofrece acabar con la pobreza y deja a la televisi�n esbozar constantemente la promesa del consumo inalcanzable, nos roba la posibilidad de una pobreza digna y satisfecha a cambio de un enga�o. El cambio en los valores/ im�genes que imponen los medios masivos, es brutal: del pobre honrado y trabajador hemos pasado al pobre fracasado por est�pido e ineficiente; del rico sin valores, al triunfador cuyo triunfo lo justifica todo, incluso el consumo m�s absurdo y derrochador de recursos que son, finalmente, patrimonio de la humanidad. Hoy en d�a la norma que se impone es ser rico; es inaceptable ser pobre. La satisfacci�n interior que daba el orgullo del propio trabajo, la rectitud en la vida, la unidad familiar, se desvanece ante la urgencia de alcanzar el disfrute de un consumo cada vez m�s sofisticado e inaccesible. Lo peor es que no parecen caber en el planeta dos estilos de consumo y de vida; la difusi�n del estilo de consumo de los ricos exige el monopolio y se expande en las �lites perif�ricas (siempre ser� de acceso minoritario) destruyendo la viabilidad y la dignidad del consumo de los pobres que quedan sin la posibilidad de seguir trabajando y viviendo como antes y sin acceso a la modernidad. Se les construye un limbo configurado por los programas de asistencia social. El pobre de los a�os noventa se siente necesariamente un rezagado; alguien que qued� atr�s cuando todos los dem�s lograron avanzar y parecen estar disfrutando los beneficios del progreso y el consumo moderno. Lo muestra en sus imagenes la tele, y no puede sino repetir constantemente la promesa implicita porque otra cosa ser�a revelar el enga�o del fin de la pobreza. Es posible, si, acabar con la miseria; pero no ofrecer que pronto todos accederemos al consumo depredador. En M�xico traemos arroz de Filipinas, kiwis de Nueva Zelanda, pi�as enlatadas de indonesia, galletas de Grecia y at�n para gatos de los Estados Unidos (quien lo dijera). Eso es posible por el precio absurdamente bajo de los energ�ticos, por medio del cual la humanidad hipoteca su futuro para sostener el consumo derrochador de unos cuantos y hacer a un lado a los pobres locales (que podr�an producir arroz, kiwis, pi�as y at�n localmente). El anzuelo del fin de la pobreza ha servido para distraernos del problema de fondo, la glorificaci�n del consumo ilimitado y el derroche absurdo de los pocos. Cada d�a hay m�s pobres/ miserables/ dependientes. No son, por desgracia, aquellos pobres dignos, trabajadores, autosuficientes que pod�an ser el sustento de una sociedad democr�tica. M�s bien son los nuevos pobres miserables, desempleados o subocupados, insatisfechos, encandilados por el faro de una modernidad que los reduce a la improductividad y a la p�rdida de sus recursos individuales y colectivos. Pobres que buscan trabajo y se les ofrece caridad; sus capacidades no son �nicamente redundantes, sino incluso estorbosas. El mercado ha sido redise�ado solo para los productivos y eficientes, los modernos, los que prestan a los pobres para una nueva dosis de consumo moderno a cambio de las escrituras de sus derechos a la propiedad, la producci�n y la autodeterminaci�n. Los pobres son m�s, pero parecen menos en su presencia social, en su capacidad para incidir en el rumbo nacional, en sus apariciones en la televisi�n, en la que se asoman como marginados, fracasados o antisociales. Son menos porque se han quedado sin discurso y sin rumbo propio; el mensaje de la modernizaci�n es apabullante. Preg�ntese a un pobre en la calle �porqu� es pobre?. Lo m�s probable es que conteste "porque no estudi�". Ha sido convencido de su ineficiencia, se le ha dicho que no es competitivo y ha aprendido (en la escuela sobre todo) que es su propia culpa (y no de la ineficiente operaci�n del mercado). El embate no ha sido neutro. Los pobres, la mayor�a de la humanidad (no los verdaderamente miserables) han perdido la batalla ideol�gica en torno a la pobreza; es decir que han perdido la posibilidad de definir su forma de producir y consumir. Esta derrota ha facilitado el inutilizar sus capacidades y recursos ("no competitivos"), destruir sus redes y mecanismos de intercambio (familiares, comunitarios, extramercantiles, solidarios) y orientarse progresivamente al modelo de producci�n, de consumo, de cultura y de vida asociado a la industrializaci�n masiva. Inviabilidad del Modelo de Consumo de los RicosAl destruir la dignidad y aceptabilidad de la pobreza, al romper las distancias entre pobreza como forma modesta de vivir y la franca miseria, lo que queda como �nico camino a seguir es el modelo de consumo de las clases medias de los pa�ses industrializados. Este es el mensaje de fondo del combate a la pobreza: tienes que producir y consumir como rico. Justo cuando nos enteramos que es un modelo de consumo inviable. Su expansi�n a la mayor�a de la humanidad es imposible, tan s�lo intentarlo con un 20 por ciento de la poblaci�n amenaza agotar los recursos naturales, destruir la capa de ozono, y agotar los hidrocarburos en exportar carros de Jap�n a los Estados Unidos y otros de los Estados Unidos al Jap�n (buena parte del comercio mundial es redundante). El planeta hace sonar numerosas se�ales de alarma y en los juegos de poder y de enga�o de las �lites mundiales adquiere carta de naturalidad la menci�n de lo autosustentable; lamentablemente lo hace sin intentar tocar y definir su requisito m�s indispensable: la definici�n de la franja de consumo verdaderamente viable y generalizable para todos. Un consumo accesible para todos y que no destruya el planeta. No es este el caso del nivel de consumo de las clases medias de los pa�ses industrializados; intentar generalizarlo, adem�s de inviable ser�a suicida. Adem�s de la definici�n de la franja de consumo generalizable se encuentra el asunto del uso eficiente de los medios de producci�n disponibles y del empleo racional de los recursos no renovables. Marchamos a contrapelo de lo primero; la globalizaci�n del mercado tiene como impacto inmediato la inutilizaci�n y demolici�n de las capacidades y recursos productivos en manos de los pobres. S�lo la agricultura con alto nivel de insumos agroqu�micos y tecnificaci�n es competitiva; s�lo la construcci�n con materiales no biodegradables es econ�micamente viable; s�lo el pan envuelto en pl�stico tiene una durabilidad de almacen que permita su comercializaci�n masiva, etc. En contraste los recursos y capacidades en manos de la poblaci�n pobre del planeta, que el mercado condena por no competitivos, parecen tener mayor grado de eficiencia energ�tica autosustentable y adaptabilidad y menos agresividad con la naturaleza (menos desechos no biodegradables, por ejemplo). Ni las previsiones m�s optimistas permiten considerar que la elevaci�n de los niveles de consumo de los pa�ses perif�ricos se acerquen al actual consumo norteamericano antes del agotamiento del petr�leo y otros recursos no renovables. Este acercamiento consumir�a tales reservas pr�cticamente de inmediato. La implicaci�n es inevadible. Las poblaciones perif�ricas no podr�n alcanzar los modelos de consumo, de uso de materias primas y de energ�ticos de las sociedades industrializadas. Simplemente no quedan suficientes recursos para que otras tres cuartas partes de la humanidad tengan un nivel de consumo similar al que, con s�lo una cuarta parte de la poblaci�n beneficiada, ya se revela insostenible. La nueva preocupaci�n mundial por el desarrollo sustentable implica que, en particular las periferias se ver�n obligadas a vivir con un racionamiento de materias primas y energ�ticos, y un nuevo respeto por la naturaleza, totalmente ajeno a lo conocido por los pa�ses centrales, que no s�lo tuvieron los recursos propios, los ubicados en sus territorios, sino que han hecho uso de buena parte del patrimonio de toda la humanidad. La creaci�n de clases medias locales ya es un fracaso evidente y estos grupos se deslindan crecientemente en unos cuantos muy ricos y una mayor�a en descenso socioecon�mico. Las Soluciones de los PobresNuestro camino, el de las poblaciones perif�ricas del planeta, ser� necesariamente una v�a original y estar� marcado por nuevos conceptos crecientemente en boga: los l�mites del crecimiento y del consumo, el cuidado del patrimonio ecol�gico, el reciclamiento en todas las escalas. Todo hace suponer que tendremos que pensar en una estrategia econ�mica para pobres. Nos veremos obligados, m�s pronto que tarde, a abandonar las fantas�as de los modelos de consumo de las clases medias centrales, en derrumbe incluso en ese medio, y aceptar que somos pobres y que seguiremos siendo pobres. Esto no significa resignaci�n ante nuestra suerte. Todo lo contrario. El abandono de las fantas�as abre importantes posibilidades de evoluci�n econ�mica y social fincadas en lo real. Implica dejar de estrellarnos contra el cristal, intentando pasar al otro lado y empezar a pensar �qu� es lo que podemos hacer con lo que tenemos?; implica abrir las puertas a la imaginaci�n, no para acabar con la pobreza y convertirnos en la rica clase media pregonada por la televisi�n, sino para apoyar una nueva estrategia, con nuevas soluciones acordes a nuestras capacidades y recursos y con el imperativo de que sea una v�a que preserve el patrimonio ecol�gico propio y de la humanidad. En la nueva estrategia habremos de apoyar a los pobres en la soluci�n, por s� mismos, de sus, de nuestros problemas. Lo que significa que ser� necesario recuperar y desarrollar soluciones de pobres. Esto es muy distinto a llevar a los pobres las "soluciones" de los ricos. Llevar a los pobres soluciones de ricos, de clases medias, es lo que se ha hecho como estrategia fundamental de combate a la pobreza. Se intenta que los pobres tengan algunos elementos del consumo de los ricos alegando que son derecho de todos. Es, sin embargo, una estrategia desmovilizadora de las energ�as y recursos de los pobres. Los elementos de consumo de los ricos que se llevan a los pobres tienen que ser, necesariamente, proporcionados por las �reas modernas de la econom�a, por as� decirlo por los ricos industrializados. Por ello en el combate a la pobreza los m�s beneficiados son los sectores sociales, institucionales y productivos insertos en la modernidad y que operan como intermediarios de las soluciones para pobres. Son distintas las respuestas para pobres que las respuestas de pobres. Las soluciones para pobres son usualmente soluciones de ricos, as� sean para pobres. Veamos ejemplos:
Es imposible que pueda funcionar una estrategia en la que la elevaci�n de los niveles de consumo de los pobres no se ve sustentada en la elevaci�n de sus propias capacidades productivas. De esa manera se logran hacer clientelas sociopol�ticas crecientemente dependientes, con el riesgo de que llegue un momento en que su incremento las haga insostenibles para los sectores modernos de la econom�a y se rebelen al llegar a los l�mites de un callej�n sin salida. Lo que aqu� se propone es apoyar a los pobres en sus capacidades productivas, en sus propias respuestas y soluciones, para que se hagan cargo fundamentalmente por s� mismos de la atenci�n a sus carencias. Ello implica repensar las soluciones de ricos para pobres en nuevas soluciones de pobres para pobres. Es decir el cambio de estrategia reclama un cambio de tecnolog�as, de mecanismos de soluci�n, de estrategias. No es aceptable una estrategia modernizadora que se traduce s�lo en beneficios para las transnacionales por la importaci�n de nuevas tecnolog�as y equipos al tiempo que se desechan los recursos y capacidades productivas disponibles para la mayor�a de la poblaci�n. Esta estrategia modernizadora demanda grandes cantidades de capital externo al tiempo que arroja por la borda el ahorro que la gran mayor�a de la poblaci�n ya ha invertido en infraestructura, maquinar�a y equipos, que se ven inutilizados. Es una estrategia cuyos resultados patentes son hundir en la miseria a cada vez m�s amplios grupos de poblaci�n. Por el contrario, se trata de apoyar a los pobres para que eleven sus niveles de autosuficiencia a partir de la reactivaci�n y movilizaci�n de sus capacidades productivas. Este prop�sito implica una nueva (�vieja?) concepci�n econ�mica y social. No se trata de que produzcan como ricos, modernos y tecnol�gicamente avanzados. Para ello se requerir�an enormes cantidades de capital y formaci�n masiva de recursos humanos en el dominio de nuevas tecnolog�as, en su administraci�n y comercializaci�n; lo que s�lo ser�a posible en algunos escaparates de exhibici�n, pero no como soluci�n generalizada. Se trata de permitir que los pobres produzcan como pobres; con las tecnolog�as de peque�a escala que les resultan conocidas, en redes de intercambio tambi�n de peque�a escala (comunidad, regi�n, grupo social), con las capacidades y recursos con los que ya cuentan. Implica no tirar por la borda las capacidades y recursos disponibles para reconstruir el pa�s con tecnolog�a y capitales importados para producir para otros. Se trata de producir para nosotros con nuestros recursos y ahorros, con nuestras capacidades y habilidades, con esquemas de comercializaci�n y mercados apropiados a nuestras escalas de producci�n. Reconstrucci�n de �mbitos de Mercado para el Intercambio entre PobresNo est� cuestionado si se puede producir con tecnolog�as de pobres; se pod�a antes, �por qu� no ahora?. Hoy en d�a la producci�n de los pobres es invendible; sus cereales, frutas y hortalizas se pudren en los campos; sus botes pesqueros se pudren en los muelles; su alfarer�a, muebles, calzado, sombrero, textiles y ropa no hay quien la compre; sus alimentos, dulces y bebidas preparados ya no tienen demanda. Nuestros pueblos pagan con su tierra y su subsuelo, con las empresas de la naci�n y el hipotecamiento del futuro, el enorme costo del subsidio al consumo en d�lares que ha ido creando la deuda externa. El abaratamiento artificial de los productos importados ha desplazado del mercado, de "nuestro" mercado a la producci�n nacional en un proceso de modernizaci�n del consumo que no tiene sustento en la modernizaci�n de nuestra producci�n. El asunto es productivo y mercantil; pero tiene profundas ra�ces ideol�gicas; el problema es que ya no se vale ser pobre, producir como pobre y producir para pobres. Ser un pobre viable, funcional, productivo, orgulloso de su autosuficiencia, atenta contra los modelos de modernidad en la producci�n, el consumo, el intercambio. Ser un pobre autosuficiente y digno implica recuperar un contexto cultural pr�cticamente perdido, a contrapelo del mensaje imperante en los medios masivos de comunicaci�n. Requiere tambi�n recuperar una gama de tecnolog�as y capacidades productivas tradicionales y reconstruir los mercados comunitarios y regionales en los que los pobres encontraban una salida adecuada al ejercicio de sus capacidades productivas y el uso de sus propios recursos; solo el intercambio entre pobres, fincado en la reciprocidad, nos permitir� recuperar el control del propio destino, a partir del abandono de la fantas�a. 1� de agosto de 1996. |