por
Agustin Navarro
Curiosa pero necesaria reflexión tenemos que hacer al ver la exuberancia de las declaraciones del Presidente Zedillo y su comitiva en su reciente gira en Canadá, contrastando con la falta de sustancia que muchas veces caracteriza a los pronunciamientos que ellos mismos hacen en México. Da la impresión que nuestros políticos en el gobierno y también en la oposición, se sienten más cómodos y más dispuestos a satisfacer las preguntas de los periodistas extranjeros fuera del país. Es justificada materia de estudio sicológico, periodístico y quizás hasta sociológico, el porqué se presenta éste fenómeno---casi sin excepción---cuando los políticos, intelectuales y especialmente los tecnócratas, salen al extranjero.
Una posible explicación puede ser el hecho penoso pero no menos real que los medios escritos y gráficos extranjeros, tienen un mayor impacto político-económico en México, que los medios nacionales y que advertidos de lo anterior, las clases política, intelectual y tecnocrática se aprovechan de esa penetración y desarrollan sus agendas a plenitud en tierras extrañas. Otra razón puede ser que el formato que se utiliza en las conferencias de prensa en el exterior, son muy distintos que los acostumbrados en México para informar a la opinión pública, de las nuevas genialidades de nuestros próceres. La sola utilización del derecho y costumbre a repreguntar por parte del reportero, disminuye la posibilidad de que los declarantes, se salgan por la tangente.
Hay que ver como sudan tinta los voceros de la Casa Blanca cada vez que manejan un asunto difícil o tortuoso frente a los reporteros de la fuente en sus habituales conferencias de prensa. En nuestro país, nos tenemos que engullir todo el rollo del discurso y se considera casi un improperio el que se cuestione en forma inquisitiva e insistente al Demóstenes en turno. Esa cultura reporteril, polvo de aquellos lodos, de años de represión de la libertad de prensa y de la gratificación acostumbrada que nos creó ese país donde no pasaba nunca nada, tiene que cambiar y creo que la oportunidad está al alcance, tomándole la palabra del Presidente de garantía absoluta a la expresión ciudadana.
Cualquiera que sea la explicación más razonable, es un hecho comprobado que el resultado neto de esa interactuación con los medios en el extranjero se ha convertido en una rutina escenográfica y teatral que hace lucir a nuestro líderes y a muchos seudo-intelectuales como portentosos e iluminados detentores de la verdad. De una verdad que en México, la mayor de las veces no tiene sustento en los hechos y en la realidad. Esto es especialmente notable en el campo de la política y de la economía. El México irreal que se despliega en cascadas informativas que exceden a las del Niágara, nos deja atónitos a quienes sudamos a diario la recesión económica y la inseguridad jurídica y física con la que nos ha obsequiado el centralismo político y económico septuagenario que se resiste y defiende a capa y espada.
Esa triangulación informativa consistente en declarar fuera del país lo que no se quiere o teme declararse en México, tiene un efecto pernicioso no sólo en la credibilidad respecto a los actores en ese histrionismo informativo, sino crean una dependencia --aún más nociva---en medios extranjeros que no tienen porqué sujetarse ni sufrir las consecuencias de lo que destilan. No se beben los brebajes que ellos preparan y la cruda nunca los alcanza. Adicionalmente, los políticos extranjeros---especialmente en los Estados Unidos---que tienen agendas particularmente confrontadas con México, conocen bien el efecto de sus medios electrónicos para causarnos tremendas pulmonías cada vez que deciden estornudar.
El estar en trabajo de parto con la Ley Helms-Burton, no solo es debido a la extraterritorialidad de la ley misma, sino resultante de otra extraterritorialidad aún más grave e impune, que es la inducción de políticas públicas por parte de gobiernos y agencias del exterior, como el Departamento del Tesoro norteamericano, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etc., que nos han cuadrado el círculo en materia de política económica interna. El vehículo, ya lo habrá imaginado el lector, son los foros y los medios extranjeros que penetran por vía intravenosa en el sistema político gubernamental de México.
No es patrimonio exclusivo de los Estados Unidos, la inducción forzada y moralista de ideologías o modelos socio-políticos, los europeos no cantan mal las rancheras y el Financial Times, Le Monde, etc. se han codeado siempre con el Wall Street Journal, el New York Times y el Washington Post, para erizarles los pelos a barbados y lampiños funcionarios mexicanos, con sus editoriales y reportajes sobre asuntos internos de México. Hablando del viejo continente, viene a cuento la famosa "Cláusula Democrática" que la Comunidad Económica Europea pretende aplicar, obligando a rescindir los contratos privados de proveeduría de bienes y servicios, en caso de que haya violaciones de derechos humanos en los países de origen de dichos bienes y servicios., o sea, hacer pagar a justos por pecadores ya que no son los particulares los que violan los derechos humanos habitualmente, son los gobiernos. Hablando de extraterritorialidad, la Cláusula Democrática es un caso ejemplar.
La influencia de los medios extranjeros y la dependencia que se ha desarrollado como resultado, está adquiriendo proporciones dramáticas y por consiguiente la vulnerabilidad de los intereses nacionales se ha incrementado exponencialmente, ya que aún medios de menor importancia, están causando estragos en la política y en los mercados internos. Como es el caso del diario Journal of Commerce, que fue la caja de resonancia de Christopher Whalen---barco de muchas banderas---que propaló la noticia sobre los rumores relacionados con una posible renuncia de ese presidente fuerte y no mentiroso, elegido en forma legítima pero inequitativa, tal y como se ha autodefinido el propio Presidente Zedillo.
Es quizás de ilusos el esperar una rectificación de nuestros políticos gubernamentales y que éstos resistan el incontenible impulso de presumir sus idiomas---muchas veces aprendidos gracias a los dineros de los sufridos y empobrecidos contribuyentes mexicanos---con audiencias y medios extranjeros. El seguir haciéndolo, no contribuye a la estabilidad socio-política y económica. Ojalá se den cuenta de que el pueblo reconoce mayor valor civil y premiará con su apoyo, a quienes les hablan de frente y en su terreno. Hay que dejar de ser "Candil de la calle y obscuridad de su casa".
México D.F. a 16 de Junio de 1996.