por
Agustin Navarro
Es verdaderamente alarmante la fragilidad de nuestro sistema político-económico ante los comentarios editoriales y verbales de influyentes personajes o lo que es peor, de simples analistas o periodistas extranjeros que opinan o escriben sobre la situación del país en distintos ángulos de la política interna, las finanzas públicas y privadas, las políticas públicas y sobre la marcada postración y parálisis en que todavía se encuentra la sociedad mexicana.
Los comentarios identificados y los no identificados, mejor conocidos como rumores, continúan gozando de una virulencia ilimitada. El gobierno se sacude cada vez que alguien desde muy adentro del sistema o desde muy afuera y aparentemente ajeno al mismo promueve, genera o propala algún comentario crítico, destructivo e incluso---dirían algunos---francamente desestabilizador. Esto no es más que un síntoma inequívoco de una debilidad institucional impresionante y de una sensibilidad extrema de los precarios indicios de reactivación económica.
En México se ha iniciado una reactivación irregular de ciertos sectores de la economía. Tan irregular que asemeja las protuberancias (pseudópodos) de una amiba observada atentamente en un microscopio. Se efectúa una prolongación de un segmento y se hunde otro. Avanza un poco el sector industrial manufacturero y se contrae aún más la construcción. Este fenómeno no es necesariamente negativo y omnipresente en una reactivación económica, pero si está alargando indebidamente el sufrimiento del pueblo de México, quien ya está manifestando signos claros de insatisfacción, tomando las calles y en algunos casos, invadiendo propiedad privada y afectando la legítimas actividades de los demás, en varios sitios de nuestra acongojada república.
La reactivación protozoaria de la economía mexicana es por lo tanto microscópica, comparada a la enorme depresión inducida que prevalece y a la que nos sometieron el Dr. Camdessus (F.M.I.) y sus aprovechados pupilos del gabinete tecnocrático mexicano. A ésta altura del partido, como dirían los argentinos, todo lo que se haga más o menos bien, es para agradecerse ya que de alguna forma---más tarde que temprano--- dará algún fruto positivo. Sin embargo, la falta de profundidad de las politicas publicas están provocando el peor de los mundos. Por un lado la concentración de la riqueza en unos cuantos es ya grotesca y por el otro la miseria se sigue extendiendo por todo el país. Ese es un contraste explosivo y debe empezarse a corregir cuanto antes.
No obstante que el propio Banco de México parece alejarse de la infernal espiral de la "devaluación competitiva" que hemos denunciado con anterioridad, la credibilidad en esa institución y la confianza en el Peso es ínfima. Se requirió la presencia de un Premio Nobel en Economía, el Dr., Gary Becker, para recordarnos que la peor de las fórmulas en un sistema cambiario es aquella socorrida idea de flotar en forma sucia a la moneda y por otro lado sujetarla a un régimen semifijo dentro de una banda caprichosa como ocurrió en 1994. Agregó Becker, "cuando no hay credibilidad en el Gobierno, la mejor opción es un Consejo Monetario". Coincidimos, ya después veremos si flotamos.
Está de nuevo con nosotros nuestro viejo amigo el déficit de cuenta corriente (1,144.2 millones de dólares en el primer trimestre) y el superávit comercial está poniendo sus barbas a remojar (menos 11.5 % en abril ) ante el aumento de las importaciones (42.4 %) que excede al incremento de las exportaciones (34.2%). Esto no es por necesidad malo, quizás al contrario, demuestran que el enfermo está reaccionando lentamente. Lo que es importante resaltar es lo arbitrario del argumento que el gobierno ha utilizado hasta el cansancio, de que las cifras macroeconómicas son el punto de referencia y apoyo central de la recuperación. Ya se están invirtiendo, lo que prueba que no son fundamentales a ese extremo. Hay algunos herejes que no creen que los déficits comerciales coexisten con el crecimiento económico. Son los mismos que no creían que la inflación puede coexistir con el estancamiento, hasta que se les cayó el techo encima.
Ya es mundialmente reconocido, y por lo mismo, hasta el Secretario Ortíz ya se sumó a la procesión de encapuchados sevillanos penitentes que reconocen que la crisis mexicana se originó en una irresponsable y todavía impune expansión del crédito interno, que---con fines electoreros---estuvo a cargo de las autoridades hacendarias y financieras del sexenio anterior. Después de ese mea-culpa, el gobierno mexicano tiene la oportunidad de profundizar las reformas y dejarse de andar por las ramas para fortalecer nuestra economía en unos cuantos meses y abandonar esa peligrosa retórica de que la recuperación tomará más tiempo, situación que muchos mexicanos ya muestran que no están dispuestos a soportar.
No contribuye en nada al bienestar y la paz social, el regaño frecuente al que se está haciendo adicto el Presidente, y menos aún, el regreso al discurso carraspeado y populista de que no se nos va a engañar, cuando ya hemos sido engañados. Es hablar de la soga en casa del ahorcado. El gobierno tiene la responsabilidad ética de apoyar y llevar a buen término las reformas de democracia política. Viene a cuento aquel famoso apotegma de Ludwig Erhard de que "la economía no existe, lo único que existe es la política". El Presidente junto con su gobierno todo, debe pasar de las palabras, de los reglamentos, de las leyes a los hechos. Esa es la diferencia----como lo hemos repetido---entre un estado normativo, legalista y opresivo y un estado de Derecho.
Solo la determinación y voluntad política del Presidente traducida en un liderazgo franco y honesto, puede fortalecer nuestras instituciones y nuestros procesos tanto políticos como económicos. Solo eso, restará vulnerabilidad al sistema mexicano en el que operamos e interactuamos los ciudadanos. Solo así, los rumores y las agresiones políticas internas y en especial del exterior, nos harán lo que el viento a Juárez. Es responsabilidad directa del Presidente, fortalecer la soberanía de las instituciones en general y la seguridad jurídica de los mexicanos. No podemos estar expuestos continuamente a que una crítica o rumor nos pare de manos y los Congresistas y políticos profesionales norteamericanos tengan un menú ilimitado de opciones para apretarnos el cinturón o el cuello mismo, cada vez que lo crean conveniente a sus intereses locales o geopolíticos, como es el caso reciente de la ley Helms-Burton.
No debemos olvidar que detrás de la globalización económica hay una agenda política. La política exterior es un instrumento eficaz pero limitado para defendernos. La verdadera fuerza radica en nuestras propias leyes e instituciones siempre y cuando éstas estén apoyadas y no en contra del pueblo. En el Presidente descansa esa última responsabilidad y como reza la expresión popular: "a los hechos me remito". FIN DE LA NOTA México D.F. a 9 de Junio de 1996.