"La Jornada", 27-ene-95 "Una tregua" Por: He'ctor Aguilar Cami'n Urge una tregua. Me'xico presenta si'ntomas de una desarticulacio'n riesgosa: una economi'a sin rum- bo, una sociedad enojada y una poli'tica que ha erosionado sus ejes ordenadores y se dispara, centri'fugamente, en una variedad de actores y demandas tan exi- gentes como inconciliables. No puedo dejar de pensar en Francisco I. Madero. A semejanza de Me'xico de 1911, la dis- cordia y la ineficacia poli'tica agobian a un gobierno novel, legitimamente electo, presidido por un hombre de buena fe y vocacio'n democra'tica, preso en el doble de'dalo de sus errores y las corrientes con- tradictorias que lo asaltan desde distintas partes pidie'ndolo todo: orden y demo- cracia, control poli'tico y libertades irres- trictas, soberani'a y salvamento econo'mico estadunidense, baja inflacio'n y huenos salarios, subsidios y austeridad fiscal, legalidad electoral y arreglos pose- lectorales, autoridad y tolerancia, paz y guerra. Eo suma: una mezcla de presi- dencialismo autoritario de ayer y presi- dencialismo democra'aco de ma~ana, por cuyas rendijas asoma so'lo el vaci'o presi- dencial de hoy. La falla central en la toma del poder del presidente Ernesto Zedillo es que su- bio' al puesto decidido a gobernar para todos los mexicanos, y no para la coali- cio'n que lo hizo triunfar en las elecciones de agosto de 1994. Fue una decisio'n ge- nerosa para el pai's, pero agraviante para sus aliados, costosa para la fuerza de la presidencia y, al final, para el equilibrio de la negociacio'n politica. El Presidente abandono' en primer lugar al PRI, para independizarlo no so'lo del apoyo finan- ciero y la complicidad poli'tica del go- bierno, sino del mismi'simo liderato presidencial como candidato triunfante de ese partido. Las se~ales no fueron tampoco claras y convincentes para los due~os del capital, de dentro y de fuera, en medio de rumores de que habria una correccio'n al rumbo econo'mico previo. El lema zedillista, Bienestar para tu fami- lia, no se tradujo en alianzas y compro- misos con sindicatos, peque~os productores, maestros, cooperativas. Los planteamientos de un nuevo federa- lismo no llegaron a los estados en forma de acuerdos precisos y caminos de ac- cio'n. Los medios de comunicacio'n masi- vos, que fueron un actor importante en la construccio'n de la candidatura zedillista, no fueron convocados a refrendar su alianza. No hubo tampoco en el nuevo gobierno la bu'squeda de aliados en el ambito intelectual, acade'mico y periodi'stica. La se~al de que el Presidente intentaria gobernar sin ataduras con quienes lo ha- bi'an llevado al poder fue la integracio'n de su gabinete, que muchos celebramos precisamente por ello, porque pareci'a una sana mezcla de continuidad y cam- bio, y porque supusimos que en la fuerza institucional del poder presidencial habi'a capital poli'tico suficiente para cobijar los errores de un equipo abierto a la experi- mentacio'n de las fo'rmulas nuevas que exige la transicio'n democra'tica mexi- cana. Pero los primeros errores del nuevo equipo fueron devastadores. El manejo erra'tico de la devaluacio'n de diciembre de 1994 se tradujo en pa'nico finandero, devoro', en la figura de Jaime Serra, la carta de eficiencia econo'mica y sepulto' a los cuadros de origen salinista en la co'- lera posdevaluatoria que culpo' al ex mandatario del desastre. La devaluacio'n devaluo' en distintos grados a Miguel Mancera en el Banco de Me'xico, Carlos Rojas en Sedeso, Hermi- nio Blanco en Secofi, Arturo Warman en Agricultura, Rafael Tovar en el CNCA, Rube'n Valde's en la Procuraduri'a del Dis- trito Federal. La opinio'n pu'blica habi'a devaluado antes, acusados de obstaculi- zar la investigacio'n del asesinato de Jose' Francisco Ruiz Massieu, a Ignacio Pi- chardo, secretario de Energi'a, y a Mari'a de los Angeles Moreno, presidenta del PRI. Tambie'n al coordinador de Comu- nicacio'n Social de la Presidencia, Carlos Salomo'n, por su manejo de mensajes cruciales del Presidente, y al secretario de Educacio'n Fausto Alzati, que termino' re- nunciando, por ostentar ti'tulos acade'mi- cos que no posei'a. La crisis posdevaluatoria hizo ma's pre- caria y ma's urgente la negociacio'n poli'- tica con los adversarios del nuevo gobierno, en particular con el PRD. El punto de llegada de esa negociacio'n fue el Acuerdo Politico Nacional, cuyo ci- miento fue una nueva posposicio'n de los aliados zedillistas del 21 de agosto: el PRI debi'a aceptar las renuncias o licen- cias de los gobernadores de Tabasco y Chiapas. Un nuevo error de instrumenta- cio'n--dejar suelto algunas horas al go- bernador tabasque~o--desato' la protesta prii'sta en Tabasco, que abrumo' a sus opositores y perfilo' una primera muestra de independencia del PRI frente al Presidente y las decisiones del centro. Los perdedores netos del affaire fueron el Presidente mismo y su secretario de Gabernacio'n, por doble carril: no pudie- ron cumplir la promesa poli'tica pactada con el PRD y perdieron credibilidad y simpati'a en las filas militantes del PRI. El ri'o revuelto de Tabasco se llevo', en la figun de Esteban Moctezuma, el eje que quedaba en pie del gabinete zedillista: el poli'tico. No juzgo de la justicia o la injustiria de estas podas y devaluacionens poli'ticas. Las se~alo simplemente como hechos en apoyo de esta evidencia: atropellado por los acontecimientos, a so'lo dos meses de haber tomado posesio'n, el nuevo go- bierno quedo' vaciado de credibilidad e iniciativa. Sus posibilidades de restable- cer la normalidad financiera quedaron atadas a la operacio'n de salvamento de Washington, mediante la aprobacio'n de un aval hasta por 4O mil millones de do'la- res. Pero el atoro'n poli'tico parece ma's fuerte que el financiero. Las alianzas ba'- sicas en que ha descansado siempre el po- der presidencial de Me'xico no esta'n claras hoy. "La Jornada", 28-ene-95 "Una tregua" (Segunda y u'ltima parte) Por: He'ctor Aguilar Cami'n Los partidos se partidizan. A partir de la rebelio'n de Tabasco, en el PRI se gesta una coalicio'n de po- deres regionales que regatean el liderato oacional y se aprestan a resistir las impo- siciones del centro, ejercer sus hegemo- ni'as poli'ticas y recoger lo que resbale por los agujeros del manto presidencial. El PAN apuesta a que ia crisis poli'tica lo fortalezca como alternativa de gobienno, se deslinda de sus compromisos con el sexenio anterior y espera a que caigan en su canasta los frutos maduros, y los po- dridos, de la descompuesta hegemoni'a pru'sta. El PRD se ali'a con la guerrilla chiapaneca en la exigencia de cambios democra'ticos y rearticula, al calor de la crisis, su tentacio'n de "forzar" un cam- bio, ma's que de conducirlo o negociarlo. Otros actores centrales se dispersan tambie'n. La Iglesia, como el PAN, apuesta a pescar en ri'o revuelto. Agraviadu por la muerte del cardenal Posadas, muestra ma's empe~o en deslindarse del gobierno que en honrar sus potencialidades institu- cionales de eslabilidad y concordia. So- bre su impulso conservador a rechazar la violencia y el activismo poli'tico de la dio'- cesis de San Cristo'bal, en Chiapas, triunfa su espi'ritu de cuerpo y el reflejo antigubernamental que tantas discordias costo' en el pasado. Del eje'rcito no sabemos gran cosa, pero es posible pensarlo inco'modo, hasta irritado, por la exhibicio'n pu'blica y la cri'tica de su actuacio'n en Chiapas, e in- conforme, como todos los eje'rcitos, por el sometimiento de su conducta a las si- nuosidades de la logica poli'tica, probado revulsivo de la lo'gica militar. El panorama para los due~os del capi- tal no podri'a ser ma's incierto y astrin- gente: baja demanda, altas deudas por inversiones optimistas, poca liquidez, di- nero caro, rumbo econo'mico vago, nuevo desenga~o y nuevas quiebras. Los trabajadores del campo y la ciudad en- frentan, por su parte, un horizonte de caida salarial, en el molde de organiza- ciones que los controlan ma's de lo que los representan. La desconfianza restau- rada en unos, la desesperacio'n sin instru- mentos de protesta en otros, licuan el brebaje de una ruptura institucional con las reglas no escritas de su aquiescencia ante el gobierno: inversio'n a cambio de seguridad en los capitalistas, sacrificio a cambio de esperanza en los trabajadores. La conducta de Washington no tiene los perfiles golpistas de su' embajada me- xicana de 1911, pero su erra'tica conducta mexicano, pero afloran a su debate sobre oportunidad enorme al sur de su fron- tera, dado el nivel de integracio'n de la economi'a mexicana con Estados Unidos. Washington es consciente de los riesgos para los mercados emergentes y para el mismo Estados Unidos de un desplome mexicano, pero afloran a su debate sobre el tema los viejos sones del desprecio por el vecino del sur y la tentacio'n de interve- nirlo para arreglar sus cosas de una vez por todas. Lo que no parece estar en su agenda es el riesgo de una desarticulacio'n poli'tica mexicana como consecuencia de un salvamento parcial o tardi'o. Un actor central y novedoso de nuestra crisis es la opinio'n pu'blica, que oscila entre la desinformacio'n rutinaria de los grandes medios masivos y la sobreesti- mulacio'n critica de un pu~ado de perio'- dicos y programas de radio que han ganado el mercado de la opinio'n entre los sectores poli'ticamente activos. La li'nea antigobernista de estos medios tiene una cara cri'tica, fresca, democratizadora, abierta al cambio y al desfogue del har- tazgo ciudadano. Pero tiene tambie'n una cara intolerante, simplificadora, que azuza y reproduce un antigobiernismo primitivo. Los si'ntomas de fractura aqui' esboza- dos pueden ser los de la etapa final de la transicio'n democra'tica. Pero pueden ser tambie'n los de una descomposicio'n, cuyo puerto de llegada no sean la pluralidad y la democracia, sino sus enfermedades de- generativas: la fragmenlacio'n y la anarqui'a. La erosio'n del gobierno y la salida de o'rbita de sus planetas pueden no ser anuncio del triunfo de hl fuerzas democra'ticas, sino la llamada congrega- toria del espi'ritu conservador, asustado ante el vaci'o. La poli'tica es resistente al vaci'o, lo llena con rapidez y crueldad. Del fondo de la costumbre poli'tica mexi- cana brota ya en distintas voces la exigen- cia de que el Presidente reaparezca como la gran autoridad que divide las aguas. No hay en esa a~oranza del Gran Tla- toani nada democra'lico que celebrar, ni es la mejor promesa para el futuro en caso de un colapso de las instituciones. Mi impresio'n es que el colapso puede darse y que urge una tregua para conju- rarlo. El eje de esa tregua ha de ser un cambio de actitud pu'blica, consistente en dejar de pedir y esperar todo del go- bierno--entre otras cosas: que soporte sin quebrarse la andanada contradictoria de exigencias con que hemos empezado a rebasarlo. Es hora de repartir mejor no las culpas de la crisis, pero si' las respon- sabilidades para salir de ella. Hay que darle una tregua al gobierno, para que se asiente, levante el inventario del estropicio y proponga una nueva sa- lida compartida, realista y viable. El go- bierno debe ceder en sus pretenciones de que puede manejar las cosas solo, en se- creto y a la antiguita. Pero la sociedad debe ceder tambie'n en sus pretensiones de que todo ha de resolverlo el gobierno, incluyendo la satisfaccio'n de sus ma's pe- regrinas ocurrencias y demandas. No hay soluciones ma'gicas que inventar, ni rece- tas providenciales para dar respuesta a los grandes problemas de Me'xico. Las soluciones de fondo esta'n puestas sobre la mesa y son moneda corriente de nues- tra discusio'n pu'blica: democracia, legali- dad, justicia, educacio'n, productividad, combate a la pobreza. Todas esas soluciones llevan tiempo y requieren mucho ma's que la voluntad pa- trio'tica o la pericia poli'tica de un gober- nante. Requieren del trabajo, la paciencia y la genuina voluntad de cam- bio de toda una sociedad. Pero si del fondo instintivo de la sociedad siguen brotando las esperanzas ingenuas o las exigencias radicales de un gobierno que resuelva todo o se vaya, la tentacio'n del gobierno sera' aceptar ese mandato y en- cabezar la pretensio'n de resolverlo todo, meterse en todo, decidir por todos y no aceptar que se equivoca o que puede equivocarse en nada. La historia nos ha alcanzado con la ma's sencilla de sus verdades: no hay a'ta- jos. Nuestra persistente construccio'n de un Gran Gobierno se desploma ante nuestros ojos. Urge una tregua en nues- tras exigenciss. El gobierno no puede sa- tisfacerlas. Y no tenemos a la mano ninguna solucio'n institucional para cam- biarlo de la noche a la ma~ana. Ya que no podemos dar soluciones ra'pidas, de'- mosle al menos tiempo al gobierno, y es- peremos a cambio una redefinicio'n consultada, compartida, modesta pero practicable, de sus propo'sitos y sus ins- trumentos. El tiempo que le demos al go- bierno nos lo estaremos dando al fin a nosotros mismos. Urge una tregua, la tregua que los capitalinos no supieron ni quisieron darle a Madero en quien, ojala' exageradamente, no puedo dejar de pen- sar en estos di'as.